domingo, 8 de febrero de 2009

El especial del día: La Princesa en el Jardín


Finales de otoño del 96, Pontevedra. Yo llegaba tarde y me apresuraba entre el viento frío, con mis botitas violetas y mi minifalda naranja. Frente al ayuntamiento, me esperaba una personita diminuta, empequeñecida aún más por el enorme marco que la encuadraba. Camuflada en una gabardina verde cuatro tallas más grande, sonreía entre tímida y aliviada. Era La Princesa.

Primera impresión: Esta chica quiere desaparecer del mundo. Crear su propio agujero negro que la chupe hacia dentro. Adolescente con iris de zafiro. Su voz suena como debajo del agua, distante y muy baja. No sabría decir si esa carita linda y gatuna es la de una víctima o la de un siamés caza-ratones. Con el tiempo le di otros nombres; hada, ángel de la guarda, musa.

Las cartas seguían llegando y durante muchos años fueron negras y viciosas, malsanas. No reproduciré nada aquí, pero si este blog os parece en algo morboso, os aseguro que no le llega a las suelas de los zapatos a nuestras queridas cartas. Me daban la vida. Recibirlas era una bendición satánica. Porque nunca me escribió a máquina, sino a mano. Nunca dejó de lado las metáforas.

Poco a poco, no sé cómo, comenzó un ritual hermoso. Un día me encontré deseando estar sentada con ella en esa cafetería, en esa mesa, conversando esa conversación. Me pongo todavía nerviosa cuando me llama por teléfono. Comienza el acto de seducción. Muchos años de amistad y muchísimas cartas, pero pocos encuentros cara a cara, que sin embargo, no nos impidieron crear un ambiente cotidiano y dulce, en el que incluimos café, museos, paseos, comics, gangas, fotos, bocatas de tortilla y trufas.

Hace unos años, de pronto, La Princesa florece. Y me gusta este verbo porque así fue: se abrió una flor, sacó a brillar los pétalos. No era la misma- era aún mejor.

Incrédulos y deleitados, los que la amamos pudimos constatar cómo esta chica pequeña y flaquita se agrandaba a base de personalidad, confianza, amor, proyectos, tablas vividas. No poco tuvo que ver Lo, su futuro marido, al quien desde aquí mando un beso. Sospecho que en el rostro radiante de La Princesa, Lo dio la pincelada final. Fuera lo que fuese, aquel verano apareció bella y feliz. A su manera. No dejó atrás la timidez, no del todo. No dejó de ser quién es. El espíritu gótico punk se lleva dentro y yo aún evoco, al escuchar su nombre, ciertas palabras clave: Misfits, Ramones, Vincent Prince, Jack Skellington, tablillas cuneiformes,Fellini, Chicago, Edward Gorey, tesis doctoral... ¡Dios mío, cuántas cosas he aprendido de ella! Me dio a conocer a Backyard Babies y a The Black Halos. A Fuseli, mi entrada de ayer. Nuestro Cadáver Exquisito. Su Sebastián contra mi Ares. Mil y un relatos maravillosos. Tantas cosas...

Así es el jardín de La Princesa; como las Catacumbas parisinas donde se guarda la esencia del ser humano- los huesos. Los mejor de nosotros. Lo que más nos hace pensar. El símbolo del tiempo, la vida y la muerte.

Princesa: Nunca te he escuchado pronunciar una mala palabra, nunca he tenido un momento aburrido contigo, nunca me has dejado indiferente. Si no hemos estado de acuerdo, pues nos lo hemos dicho. Si hemos descubierto algo nuevo, pues lo hemos compartido. Siempre he pensado que eras especial y después de tantos años me reafirmo. Ahora te casas, trabajas en el extranjero, te doctoras, escribes, viajas y amas. Adelante, siempre adelante. ¿No te das cuenta de todo lo que un gatito como tú ha conseguido? Sí, claro que sí. Nada de gatito; pantera. Solo te falta aprender a nadar...!

Feliz cumpleaños.