jueves, 8 de octubre de 2009

Alférez de Franco: Pucho Lago


Un cabrón con suerte, el falangista este. La primera espada que entró en Barcelona, se adjudicaba. Temeroso de Dios, lo que se dice temeroso, creo yo que ni pa tanto, ahora las apariencias a engañar, que para eso están.

Tenía cierto aire a Franco, de hecho. Un Franco delgado, magro. O un Hitler españolizado, que tampoco es tan descabellado. Por lo del bigotito, digo, ese bigotito cano, cortito, que llevó hasta su último día. El típico bigotito facha, aunque qué sabría él de clichés. No le interesaban.

No es el tremendo escudo falangista coldado en la pared del comedor lo qué más recuerdo de la casa de mi abuelo Pucho. Es el estar sentada sobre sus rodillas, oh, esas sillas de mimbre crujiente, mientras él me contaba historias de Popeye, el Marino.

"Lo que tú quieras", le oigo decir, con voz de abuelo que adora a su nieta, "todo lo que tú quieras". Y en efecto, así era, así fue siempre hasta el día en que murió y me quedé sin él.

El día que murió mi abuela, un día de madrugada, yo había llegado corriendo a casa y alrededor de la cama donde yacía la difunta estaban todos menos él. Me acerqué al cuarto grande y encontré a mi abuelo sentado, con la mirada perdida. Creía que estaba soñando. Me preguntó: "Pero esto... ¿es real?" No se podía creer que su mujer había muerto. Yo le tomé de la mano y asentí, con los ojos secos. Triste por él, dolida por su dolor, su desconcierto, su aspecto frágil de viejo blanco. ¿Y a mí qué carallo me importó nunca el bando en el que luchó mi abuelo? Mi abuelo era mi abuelo, no era un militar, no era un facha, no era un especulador, no era un tirano, no era un cabrón, no era severo con sus hijos, no era más que el abuelo que me repetía "todo lo que tú quieras"...

Tan solo ocho meses más tarde también moría él. Creo que estaba ya harto, sí, lo creo. No más achaques, se dijo, que les den por culo a los achaques, yo la palmo. Un hombre de acción, hasta el último momento.

Solo tú sabes a qué me refiero cuando te pido perdón por lo de aquel día, el día en que pillé aquella rabieta. Tu respuesta fue: "Te daré todo lo que quieras". Tú no eras un soldado, al menos no entonces, porque me dejaste ganar sin haber peleado. Me dejaste ganar sin tener yo razón. Muy poco castrense, pero muy de abuelo.

Dios mío cómo te he echado de menos todo este tiempo, abuelo... Solo me consuela saber que por fin habrás podido darle a tu hermano esa patada en culo que tanto merecía y de la que solo se libró muriendo antes que tú.

Tu fruta fría. Tu fruta muy fría. La nevera llena de tus melocotones fríos...

martes, 8 de septiembre de 2009

Mi mamá me mima


Lo he intentado, pero tengo fiebre. Y ella está impresionante en estas fotos, igual a una estrella de cine de los 50. El cutre-escáner no puede captar su expresión seria, su mirada intensa, oscura, su peinado perfecto. Su ausencia total de maquillaje.
Como muchas jovencitas de posguerra, mi mamá trabajaba de sol a sol, dentro y fuera de casa. De los ocho hermanos que sobrevivieron a la malnutrición y a la meningitis, siete eran varones y seis de ellos mayores que la "neghriña do Cola-Cao", por lo que tocaba cocinar y rascar para todos. Luego, por las tardes, aprendía a sacar fotos en la única tienda de retratos del pueblo. Sacaba fotos de carné y estampas de postal de Navidad. Hacía de modelo para El Tuerto, gracias a quien conservamos centenares de imágenes de una muchacha de 18 años, posando con vestidos cortitos, con collares de perlas, con gorros última moda, con el pelo a lo garçon.
El Tuerto y mi padre eran íntimos amigos. Se enamoraron los dos de ella. Mi padre se pasaba puntualmente a preguntarle a mi madre cualquier chorrada: ¿Dónde se coloca el objetivo de esta cámara? ¿Cómo puedo hacer el efecto velado? ¿Cuánto cuesta este flash?...
Ella debía obediencia ciega a su padre y, me consta, siempre fue muy cumplidora. Pero veía a sus cuñadas, abnegadas amas del hogar, y ella deseaba ser otra cosa. Fotógrafa, ¿por qué no? Cuántos paisajes de convite nupcial y cuántos grupos de gente, borracha de romería, habrá inmortalizado durante sus años con El Tuerto. Pero se decantó por el no va más del momento: estética. Esperó hasta haber acabado su estudios de esteticista y masajista para casarse. Y entonces alquiló el local.
Si supiese la gente lo qué era entonces... Un gabinete propiedad de una mujer de menos de 30 años, dirigido por ella misma. Ella se ocupaba de todo y, bueno, no todas sus empresas llegaron a buen puerto, pero nunca jamás fracasó por no haberlo intentado. Así hasta hoy: el primer gabinete de estética del pueblo y uno de los poquísimos con esteticistas profesionales (no peluqueras con gusto por el maquillaje y la manicura, no: profesionales del maquillaje y la manicura, el masaje y el cuidado de la piel).

El memento mori es otra historia, la de hoy, 63 años después.
Hoy mi mamá cumple 63 años. Hoy es día grande de feria, la romería de Darbo, una de las más famosas y divertidas de todo el verano cangués. Como todos los años, subimos mi padre, mi madre, mi hermana y yo para comer hasta reventar y para bailar al son de las gaitas y para tumbarnos a la sombra de los árboles y ver a la gente ir y venir. También es un día importante de reunión familiar, pues no es solo el cumpleaños de mi madre, sino también el de mi difunto tío Manolo y cuando mis tíos se juntan siempre sacan historias increíbles; leyendas sobre la bondad de Manolito, su temple, su gran corazón. Leyendas sobre las romerías de antes, las comilonas las sardiñadas, las sopas de cabalo cansado. La niña Urbana, el angelote de tirabuzones rubios que murió con solo tres añitos... y mi primo Adolfiño.
Esta no es la foto que vi hoy en casa de mi tía. Este no es mi primo Adolfiño. Pero es una imagen aterradoramente similar, que me hace pensar en los muchos miles de niñitos muertos durante los años 50, mientras el resto del mundo se modernizaba y aquí en Galicia solo había analfabetismo, castañas y patatas.
Este mismo fin de semana, lo qué son las casualidades, leí con curiosidad morbosa el artículo de los memento mori, el Sleeping Beauty de Stanley B. Burns y creí que jamás tendría la suerte de tener uno entre mis manos; el retrato post mortem de algún conocido. Y mirá vos: mi primito de un año, en un ataúd casi idéntico al de la foto, en una pose clavada al de este niño, pero vestido de blanco y rodeado de flores, en uno de los muchos álbumes que guarda mi tía. Mi madre dijo, en un perfecto castrapo:
-O neno era meu ahijado y cando morreu ¡mimá!, non sei cantas veses resei o Credo.
Al parecer, como madrina de su sobrino, era importante que rezase un Credo el día del bautizo y, durante mucho tiempo, mi madre creyó que Adolfiño (bautizado en su honor) había muerto a causa de un Credo mal recitado...
Ay, mamá, descansa, muller. Descansa. Eres lo que más quiero en el mundo: lo que más quiero. Y solo pido poder subir a Darbo contigo, en tu día, el día de Darbo, durante muchos años, hasta que seamos las dos muy viejas y ya no nos acordemos ni de Adolfiño, ni de los Credos mal rezados, ni de nuestras disputas madre/hija, ni de nada que no sea el cariño que nos tenemos.
Feliz cumpleaños.

martes, 26 de mayo de 2009

Privilegio


Desearía poder sentirme mal hoy, por comodidad, por gusto. Pero no puedo. Ayer a última hora recibí dos noticias estupendas:

El Dr. Who va a ser papá. La Dra. Who está de 16 semanas y ambos están tan nerviosos como ilusionados. Ah, los papás primerizos... Enhorabuena y buena suerte.

Y luego, mirad bien este cuadro: sois unos privilegiados. Estáis contemplando la obra "Bus" del gran Mr. T, que se expondrá en la Royal Accademy de Londres este verano. Otros pintores, gente que incluso ha llegado a ser muy conocida, se han pasado la vida intentando meter un cuadro en la RA, y él lo ha logrado a la primera. Le auguro un grandísimo futuro y le doy la enhorabuena. Y le agradezco mil veces que me haya invitado a ir este agosto a contemplar la obra frente a frente. Será un honor.

jueves, 7 de mayo de 2009

El día: Papá


No me llevo bien con mi padre y me pasé algún que otro trayecto de autobús pensando en cómo hacer esta entrada, incluso en si hacerla o no, soy así de cabrona.

Pienso en Herbert von Karajan en gordo.

Cuando yo no era yo, solía ir con mi padre de paseo en coche. Escuchábamos alguna obra maestra de la música clásica, algo verdaderamente sublime. Luego él me examinaba: ¿Cuál es esta? Y yo: Concierto para piano y orquesta n.º 1 de Tchaikowski. ¿Qué instrumento es ese? Yo: un oboe. ¿Quién compuso esta obra? ... (esa era difícil) ... ¡Telemann! Muy bien. Sí señor. Telemann.

Ni su madre ni su padre confiaron en él. Niño llorón, le llamaba mi abuelo. Sin embargo nadie aguantaba a mi tío, era mi padre el rey de la pandilla. Imaginaos, en un pueblo pequeño no tengo más que decir que soy hija de von Karajan, el Juez de Paz, el de las paellas, el del vinito peleón, el ex-militante del PSOE (todo por joder al falangista de mi abuelo). No tengo más que decir que soy hija del que hizo la fideguá el día de San Roque. Aquel que trajo los chorizos del Bierzo. El que nunca falla. Ese es mi padre.

¿Por qué entonces, nos llevamos mal? ¡Si este señor es la alegría de la fiesta! Os cuento:

Al poco de volver de Anglosajonia, estaba yo viendo una película en el salón de casa. El salón de casa es SU territorio, pero como yo había vivido fuera tanto tiempo no lo sabía. Él entró y se fastidió, se tumbó en el sofá y se echó a dormir, roncando considerablemente. Todavía tuvo las narices de ordenarme que bajase el volumen, que la tele le molestaba. Yo le dije: Papi, te vas a tu habitación, que allí hay una linda cama donde puedes dormir la siesta. Pero él nada, el salón es SU territorio. Cuando se levantó para arrebatarme el mando y bajar él mismo el volumen, algo se resquebrajó dentro de mí. Ya sabéis que volví bastante trastornada de Hastings; no estaba Pato para bromas. De un salto empujé el enorme televisor al suelo, donde explotó. Luego, llorando de rabia, salí corriendo de casa. No hemos vuelto a hablar con normalidad desde entonces, a pesar de sus esfuerzos.

Ya sé lo que estáis pensando: Oh, una pelea por el mando, dios, qué mundanal, perder un padre por eso. Pensad lo que queráis, la que tiene que vivir con él soy yo, es mi madre, era mi hermana y todas coincidimos: es insoportable.

Me encojo de hombros, pues. Le quiero. Le quiero mucho. Incluso le admiro, a veces. Nunca me ha fallado y "nunca" tiene fecha de 33 años, suma y sigue. Hoy es él el cumpleañero. Y quizás tenga cáncer. Así que debo arreglar esta situación. Pero lo dejaré para mañana, como he venido haciendo todo este tiempo. Mañana, papá. Mañana.

domingo, 3 de mayo de 2009

El hombre del día: Mr. T


Mr. T está hoy de cumpleaños, pero muy lejos de aquí. Tan lejos que casi me olvido. Tan lejos que no podremos celebrarlo juntos. Lejos, como para no tener ganas de nada. Una taza de té, a lo sumo.

La primerísima conversación que tuvimos fue sobre su hermana, Moon. Había fallecido hacía tres años en un horrendo accidente de tráfico, dejando huérfanos a sus dos hijos. El resto de su familia era de una tonalidad británico-pintoresca que me supo a gloria: un padre y una madre artistas, que viven en una casita de chocolate con paredes de obras de arte y artilugios curiosos. Hermanos independientes, la coleccionamaridos y el gay recalcitrante, divertidos. Los niños. Niños como yo no había conocido hasta entonces; educados, inteligentes, cariñosos. Mr. T me ofrecía todo aquello y más.

Durante años nuestra vida juntos fue un continuo viaje. Todos los veranos planeábamos un destino distinto e intentábamos ser otras personas en cada uno de estos lugares.

Pero Mr. T lleva demasiadas cosas dentro y sigue, sigue buscando, buscando una de esas cosas para que haga click, de una vez por todas. Tiene miedo a la vida. Tiene miedo a perder a sus seres queridos (ya ha estado ahí). No se enfrenta, porque tiene miedo, no se queja, prefiere coger sus cosas e irse, siempre habrá otro lugar, otra China, otra India que le espera. Una playa donde sacará una fotografía sobrecogedora. Un museo que le dará ideas. Porque todas esas cosas que componen a Mr. T son belleza, arte y colores. No hay nadie más tranquilo ante la cara de lo Hermoso. Es su mundo, donde ha crecido, es el aire que ha respirado. Del West Harling más suburbano, al Weston Colville más pastoril.

Una cerveza. Un vaso de leche. Una taza de Earl Grey.

Yo solía esperar a que él llegase. Esperar a que llegase... Yo era una horrenda Gorgona entonces (lo sigo siendo, solo que ahora no tengo con quién) y él seguramente sufría. Afirmo pues que la paciencia es su mayor virtud y la característica más salientable de este inglés cumpleañero. Era yo la que esperaba, pero él era el paciente.

Es tan difícil encontrar a una persona buena. Somos todos afortunados de que él exista; nos da esperanza, como raza, nos da un ejemplo, como personas, nos presenta un modelo de prioridades escogidas, un alma serena, libre de prejuicios. El afán de crear. Tenerle como amigo es poder contar siempre con alguien. Una voz al otro lado del teléfono que escucha activamente. ¿Soy yo igual de buena para él? Quisiera serlo.

Casi cuarenta años, ¿y quién habló de estabilidad? No es estable la vida del artista. Inquietud por el mundo, para Mr. T, el ancho mundo. Pero el miedo... claro, cuando todo se balancea, es imposible no tener miedo a la caída. ¿Sabrá que estoy aquí para recogerle, si se diese el caso? ¿Le habrá quedado claro que le quiero? ¿Se siente libre para confiarme sus secretos, del mismo modo en que lo hago yo? Quizás ya no le conozco. Quizás me equivoque. Y si es así, ojalá me permita estar a su lado el tiempo suficiente para ver el resultado final de su obra.

Mr. T: Peanut. What did you do with all those dreams?

lunes, 13 de abril de 2009

(Inciso): Soror Lura


Mi hermana cumple años. Mi hermana pequeña.

Casi no recuerdo la vida sin ella.

Fue una hermana pequeña típica y atípica en medidas iguales: rompía mis juguetes, nos peleábamos, escondía mis cosas, me copiaba... pero no se empeñaba en seguirme a todas partes, era valiente y era ella quién tenía grandes celos de mí.

Lurita tiene un tesón que deslumbra. Por todo se esfuerza el doble. Un sobresaliente en su Ciclo Superior de Nutrición es algo que solo ella consiguió. Comprar un piso y decorarlo, hacerse independiente, ir en moto a todas partes, aprender a cocinar y a hacer repostería, clases de yoga y de pintura. Todo muy normal, pero todo con esfuerzo doble. La dislexia no ha podido con ella. Ahora saca libros de la biblioteca, unos tochos enormes de novela histórica (¡por dios!) y se los lee enteritos, cuidándose bien de anotar en una libreta todas las palabras que desconoce para buscarlas luego en un diccionario (o preguntármelas a mí, que me tiene por culta, ja, ja...). Le encanta leer en voz alta y ahí sí se le acusa la dislexia, pero por eso tiene más mérito, porque le da igual, sigue adelante, aunque tenga que repetir diez veces la misma palabra, o la frase entera.

Lura sabe quién es. Se ha puesto una meta asequible, que no poco ambiciosa. Tendrá que luchar con uñas y dientes; bien, está acostumbrada, no hay problema.

Hace casi una década, cuando yo no vivía aquí, nosotras no éramos hermanas, sino parientes que se veían de vez en cuando y entonces solíamos ir a beber un "chupito de hermanas". Ella es muy divertida cuando está borracha (bueno, normalmente es muy divertida, tiene un sentido del humor inocente y detallista, La Reina de las Cosas Pequeñas, la llamaría yo).

Cosas que hace Lura:

-Ir a Vigo de compras casi de noche.

-Quedarse hasta las dos de la mañana haciendo un pastel.

-Coger la moto e irse a alguna playita remota a leer en voz alta.

-Untarse los pies de crema hidratante.

-Abrir las puertas sin llamar antes.

-Decir "Hola, Pochi" cuando habla por teléfono con su novio Cobra.

-Negarse a comer algo porque: "Es que me sienta muy mal".

-Llorar.

-Llamarme Monkey (o sea, monqui).

Cosas que Lura no hace:

-Andarse con tonterías.

-Perder el tiempo. Excepto los domingos.

-Ir a las procesiones de Semana Santa.

-Coger películas buenas en el vídeo club: prefiere las "entretenidas".

-Dar su brazo a torcer.

-Mascar chicle.

-Salir de casa sin protector labial.

-Contar mentiras, ni aun cuando son necesarias.

-Ir con segundas. (Carece de ese tipo de maldad).

-Negarse caprichitos. La vida es muy corta.

En general, Lurita sabe lo qué le conviene. Pero igualmente, yo sufro por ella. Es tan delgada y tan cambiante... Sigo creyendo que necesita un guardián protector, aunque seguramente se trata solo de amor de hermana mayor. Pues no somos amigas: somos hermanas. Yo soy demasiado hermética y demasiado retorcida para que nos podamos entender. Sus planteamientos son sencillos, no se ajustan a la realidad de alguien con doble, o triple, personalidad. Ella siempre ha aprendido las lecciones que le ha dado la vida, por duras que fuesen y, a día de hoy, no conozco a nadie más que haya tomado decisiones con la frialdad que conlleva el tener los pies en el suelo.

Lura cumple años. Ya no es pequeña. Hace lo que tiene que hacer. Y yo la quiero más que a nadie, la quiero porque me cae bien, porque es mi hermana, porque no me entiende y no por ello me da la espalda, porque con ella La Verdad va en mayúsculas, porque me gusta ir de paquete en la moto, a la brisa de verano, a bañarnos en la cala. La quiero porque la gente que no la quiere es siempre gente mala; he ahí la clave. Quién desdeña a mi hermana tiene el corazón podrido.

Feliz cumpleaños Luri. Nunca vas a leer esta entrada.

viernes, 3 de abril de 2009

(Inciso): Caracol-cou-Cousas


Con la rapidez de un caracol. Pues no hay prisas. Que espere el mundo. Mi ritmo es mío.

Cuando pienso en Cousas me viene a la cabeza tal avalancha de anécdotas que me quedo mareada, sin saber cuál elegir. Hace toda una vida que nos conocemos y reímos juntas.

Cousas es muchas cousas:

-Niñita vestida de rosa que se dedica a tirar piedras en el monte y a rodar por lo capós de los coches en plan Corrupción en Miami. Con el conductor del coche dentro.

-Pre-adolescente bastante rebelde que baila al son de una canción guarra de Prince. Delante de todo el colegio. De monjas.

-Adolescente de peinado curioso que ya despunta en su estilo al vestir, que se dedica a pedirle a alguna amiga que empeñe los objetos de oro de su familia. Y que roba huevos de mármol en puestos callejeros. Porque sí.

-Chica de rostro angelical, aniñado, que trabaja y estudia y sobresale en todo lo que hace. Siempre sobresaliente. Siempre.

-Joven emprendedora que, si fuese un pulpo, tendría los ocho tentáculos ocupados. Dedicándose en cuerpo y alma a lo que le gusta, superando sus miedos, cabalgando el subir y bajar de sus problemas. Sin abandonar su buen sentido del humor. Nunca.

-Mujer profesional, guapísima, valorada en su trabajo y admirada por todos los que la rodeamos, que hace limpieza cada cierto tiempo. Limpieza a fondo.

-Cousas: amiga. Ir con ella a la playa y sacarnos fotos con una cámara subacuática. Coger el coche y rular por ahí, por donde cuadre. Pasar una tarde sembradas, de carcajada en carcajada, mientras los demás nos miran (¿estarán locas? ¿de qué se ríen? Bah, vosotros no lo pilláis). Sándwich de queso y bocadillo de Nocilla. Chupachups de sandía. Hacer dedo hasta Vigo y ¿qué hora es? : las cuatro, mujer, las cuatro. Siempre son las cuatro. Quitarnos de encima al Banderas no tuvo precio. Rollo maribollo sin falta en los baños del Vade, que hay mucho que ver, mucho. Volver de la noche copera y revolcarnos de la risa las dos en su cama (no sé, tenemos un momento de lucidez justo antes de dormirnos, es sistemático). Plan del Chocho, sacado con sudor y sangre de nuestros maquiavélicos cerebros, hartas ya de tanta mierda. Explota, explótame, expló, que dice Raffaella. El tequilita, ay el tequilita... Bueno, por lo menos ya no me hace beberlo de un táper. Jugar al Un, Dos, Tres en el graffiti de Tutu: Por cinco mil pesetas, nombres de números... Pi. Abrazarnos a Manu Chao.

Conversación en el coche viniendo de Santiago:

Cousas- Jo, no soy nada creativa, nunca hago nada artístico.

Pato- No digas eso, tía. Recuerdo que cuando tenías quince años ibas a cerámica. Se te daba muy bien. Me regalaste un colgante muy chuli. Aún lo tengo.

Cousas- (tras un breve silencio) Bueno, ya han pasado quince años y te lo puedo contar... Ese colgante... ¡Lo mangué en Agarimo!

Carcajada que casi nos hace chocar.

Pato- (secándose las lágrimas) Pues, ya que nos sinceramos... ¡Es un colgante horrendo!

Carcajadas aún más grandes. Morimos y resucitamos.

Y es siempre así con ella. Es una gran optimista. De la situación más grave saca el chiste. Comienza a conocerse de veras, a ofrecerse una calibrada autocrítica. Salir adelante con un kilo de responsabilidades, impuestas y auto-impuestas. Ser sincera y cariñosa, ser la perfecta anfitriona, ser una gran organizadora, ser ocurrente y amable con todos, ser la mejor aparcando coches del mundo mundial, ser una chica Cosmopólitan, la que mejor lleva el palabra de honor y los lazos, de rubia, de morena, de pelirroja o de verde botella. Cousas, siempre.

A mi maravillosa amiga Cousas: Te quiero, caracol.

domingo, 8 de febrero de 2009

El especial del día: La Princesa en el Jardín


Finales de otoño del 96, Pontevedra. Yo llegaba tarde y me apresuraba entre el viento frío, con mis botitas violetas y mi minifalda naranja. Frente al ayuntamiento, me esperaba una personita diminuta, empequeñecida aún más por el enorme marco que la encuadraba. Camuflada en una gabardina verde cuatro tallas más grande, sonreía entre tímida y aliviada. Era La Princesa.

Primera impresión: Esta chica quiere desaparecer del mundo. Crear su propio agujero negro que la chupe hacia dentro. Adolescente con iris de zafiro. Su voz suena como debajo del agua, distante y muy baja. No sabría decir si esa carita linda y gatuna es la de una víctima o la de un siamés caza-ratones. Con el tiempo le di otros nombres; hada, ángel de la guarda, musa.

Las cartas seguían llegando y durante muchos años fueron negras y viciosas, malsanas. No reproduciré nada aquí, pero si este blog os parece en algo morboso, os aseguro que no le llega a las suelas de los zapatos a nuestras queridas cartas. Me daban la vida. Recibirlas era una bendición satánica. Porque nunca me escribió a máquina, sino a mano. Nunca dejó de lado las metáforas.

Poco a poco, no sé cómo, comenzó un ritual hermoso. Un día me encontré deseando estar sentada con ella en esa cafetería, en esa mesa, conversando esa conversación. Me pongo todavía nerviosa cuando me llama por teléfono. Comienza el acto de seducción. Muchos años de amistad y muchísimas cartas, pero pocos encuentros cara a cara, que sin embargo, no nos impidieron crear un ambiente cotidiano y dulce, en el que incluimos café, museos, paseos, comics, gangas, fotos, bocatas de tortilla y trufas.

Hace unos años, de pronto, La Princesa florece. Y me gusta este verbo porque así fue: se abrió una flor, sacó a brillar los pétalos. No era la misma- era aún mejor.

Incrédulos y deleitados, los que la amamos pudimos constatar cómo esta chica pequeña y flaquita se agrandaba a base de personalidad, confianza, amor, proyectos, tablas vividas. No poco tuvo que ver Lo, su futuro marido, al quien desde aquí mando un beso. Sospecho que en el rostro radiante de La Princesa, Lo dio la pincelada final. Fuera lo que fuese, aquel verano apareció bella y feliz. A su manera. No dejó atrás la timidez, no del todo. No dejó de ser quién es. El espíritu gótico punk se lleva dentro y yo aún evoco, al escuchar su nombre, ciertas palabras clave: Misfits, Ramones, Vincent Prince, Jack Skellington, tablillas cuneiformes,Fellini, Chicago, Edward Gorey, tesis doctoral... ¡Dios mío, cuántas cosas he aprendido de ella! Me dio a conocer a Backyard Babies y a The Black Halos. A Fuseli, mi entrada de ayer. Nuestro Cadáver Exquisito. Su Sebastián contra mi Ares. Mil y un relatos maravillosos. Tantas cosas...

Así es el jardín de La Princesa; como las Catacumbas parisinas donde se guarda la esencia del ser humano- los huesos. Los mejor de nosotros. Lo que más nos hace pensar. El símbolo del tiempo, la vida y la muerte.

Princesa: Nunca te he escuchado pronunciar una mala palabra, nunca he tenido un momento aburrido contigo, nunca me has dejado indiferente. Si no hemos estado de acuerdo, pues nos lo hemos dicho. Si hemos descubierto algo nuevo, pues lo hemos compartido. Siempre he pensado que eras especial y después de tantos años me reafirmo. Ahora te casas, trabajas en el extranjero, te doctoras, escribes, viajas y amas. Adelante, siempre adelante. ¿No te das cuenta de todo lo que un gatito como tú ha conseguido? Sí, claro que sí. Nada de gatito; pantera. Solo te falta aprender a nadar...!

Feliz cumpleaños.