martes, 26 de mayo de 2009

Privilegio


Desearía poder sentirme mal hoy, por comodidad, por gusto. Pero no puedo. Ayer a última hora recibí dos noticias estupendas:

El Dr. Who va a ser papá. La Dra. Who está de 16 semanas y ambos están tan nerviosos como ilusionados. Ah, los papás primerizos... Enhorabuena y buena suerte.

Y luego, mirad bien este cuadro: sois unos privilegiados. Estáis contemplando la obra "Bus" del gran Mr. T, que se expondrá en la Royal Accademy de Londres este verano. Otros pintores, gente que incluso ha llegado a ser muy conocida, se han pasado la vida intentando meter un cuadro en la RA, y él lo ha logrado a la primera. Le auguro un grandísimo futuro y le doy la enhorabuena. Y le agradezco mil veces que me haya invitado a ir este agosto a contemplar la obra frente a frente. Será un honor.

jueves, 7 de mayo de 2009

El día: Papá


No me llevo bien con mi padre y me pasé algún que otro trayecto de autobús pensando en cómo hacer esta entrada, incluso en si hacerla o no, soy así de cabrona.

Pienso en Herbert von Karajan en gordo.

Cuando yo no era yo, solía ir con mi padre de paseo en coche. Escuchábamos alguna obra maestra de la música clásica, algo verdaderamente sublime. Luego él me examinaba: ¿Cuál es esta? Y yo: Concierto para piano y orquesta n.º 1 de Tchaikowski. ¿Qué instrumento es ese? Yo: un oboe. ¿Quién compuso esta obra? ... (esa era difícil) ... ¡Telemann! Muy bien. Sí señor. Telemann.

Ni su madre ni su padre confiaron en él. Niño llorón, le llamaba mi abuelo. Sin embargo nadie aguantaba a mi tío, era mi padre el rey de la pandilla. Imaginaos, en un pueblo pequeño no tengo más que decir que soy hija de von Karajan, el Juez de Paz, el de las paellas, el del vinito peleón, el ex-militante del PSOE (todo por joder al falangista de mi abuelo). No tengo más que decir que soy hija del que hizo la fideguá el día de San Roque. Aquel que trajo los chorizos del Bierzo. El que nunca falla. Ese es mi padre.

¿Por qué entonces, nos llevamos mal? ¡Si este señor es la alegría de la fiesta! Os cuento:

Al poco de volver de Anglosajonia, estaba yo viendo una película en el salón de casa. El salón de casa es SU territorio, pero como yo había vivido fuera tanto tiempo no lo sabía. Él entró y se fastidió, se tumbó en el sofá y se echó a dormir, roncando considerablemente. Todavía tuvo las narices de ordenarme que bajase el volumen, que la tele le molestaba. Yo le dije: Papi, te vas a tu habitación, que allí hay una linda cama donde puedes dormir la siesta. Pero él nada, el salón es SU territorio. Cuando se levantó para arrebatarme el mando y bajar él mismo el volumen, algo se resquebrajó dentro de mí. Ya sabéis que volví bastante trastornada de Hastings; no estaba Pato para bromas. De un salto empujé el enorme televisor al suelo, donde explotó. Luego, llorando de rabia, salí corriendo de casa. No hemos vuelto a hablar con normalidad desde entonces, a pesar de sus esfuerzos.

Ya sé lo que estáis pensando: Oh, una pelea por el mando, dios, qué mundanal, perder un padre por eso. Pensad lo que queráis, la que tiene que vivir con él soy yo, es mi madre, era mi hermana y todas coincidimos: es insoportable.

Me encojo de hombros, pues. Le quiero. Le quiero mucho. Incluso le admiro, a veces. Nunca me ha fallado y "nunca" tiene fecha de 33 años, suma y sigue. Hoy es él el cumpleañero. Y quizás tenga cáncer. Así que debo arreglar esta situación. Pero lo dejaré para mañana, como he venido haciendo todo este tiempo. Mañana, papá. Mañana.

domingo, 3 de mayo de 2009

El hombre del día: Mr. T


Mr. T está hoy de cumpleaños, pero muy lejos de aquí. Tan lejos que casi me olvido. Tan lejos que no podremos celebrarlo juntos. Lejos, como para no tener ganas de nada. Una taza de té, a lo sumo.

La primerísima conversación que tuvimos fue sobre su hermana, Moon. Había fallecido hacía tres años en un horrendo accidente de tráfico, dejando huérfanos a sus dos hijos. El resto de su familia era de una tonalidad británico-pintoresca que me supo a gloria: un padre y una madre artistas, que viven en una casita de chocolate con paredes de obras de arte y artilugios curiosos. Hermanos independientes, la coleccionamaridos y el gay recalcitrante, divertidos. Los niños. Niños como yo no había conocido hasta entonces; educados, inteligentes, cariñosos. Mr. T me ofrecía todo aquello y más.

Durante años nuestra vida juntos fue un continuo viaje. Todos los veranos planeábamos un destino distinto e intentábamos ser otras personas en cada uno de estos lugares.

Pero Mr. T lleva demasiadas cosas dentro y sigue, sigue buscando, buscando una de esas cosas para que haga click, de una vez por todas. Tiene miedo a la vida. Tiene miedo a perder a sus seres queridos (ya ha estado ahí). No se enfrenta, porque tiene miedo, no se queja, prefiere coger sus cosas e irse, siempre habrá otro lugar, otra China, otra India que le espera. Una playa donde sacará una fotografía sobrecogedora. Un museo que le dará ideas. Porque todas esas cosas que componen a Mr. T son belleza, arte y colores. No hay nadie más tranquilo ante la cara de lo Hermoso. Es su mundo, donde ha crecido, es el aire que ha respirado. Del West Harling más suburbano, al Weston Colville más pastoril.

Una cerveza. Un vaso de leche. Una taza de Earl Grey.

Yo solía esperar a que él llegase. Esperar a que llegase... Yo era una horrenda Gorgona entonces (lo sigo siendo, solo que ahora no tengo con quién) y él seguramente sufría. Afirmo pues que la paciencia es su mayor virtud y la característica más salientable de este inglés cumpleañero. Era yo la que esperaba, pero él era el paciente.

Es tan difícil encontrar a una persona buena. Somos todos afortunados de que él exista; nos da esperanza, como raza, nos da un ejemplo, como personas, nos presenta un modelo de prioridades escogidas, un alma serena, libre de prejuicios. El afán de crear. Tenerle como amigo es poder contar siempre con alguien. Una voz al otro lado del teléfono que escucha activamente. ¿Soy yo igual de buena para él? Quisiera serlo.

Casi cuarenta años, ¿y quién habló de estabilidad? No es estable la vida del artista. Inquietud por el mundo, para Mr. T, el ancho mundo. Pero el miedo... claro, cuando todo se balancea, es imposible no tener miedo a la caída. ¿Sabrá que estoy aquí para recogerle, si se diese el caso? ¿Le habrá quedado claro que le quiero? ¿Se siente libre para confiarme sus secretos, del mismo modo en que lo hago yo? Quizás ya no le conozco. Quizás me equivoque. Y si es así, ojalá me permita estar a su lado el tiempo suficiente para ver el resultado final de su obra.

Mr. T: Peanut. What did you do with all those dreams?