lunes, 29 de diciembre de 2008

La historia que mi madre me contó del día: Mi abuela Fina


Nació y creció en una chabola de madera, nunca fue a la escuela y trabajó en el campo desde su más tierna infancia. Cuando un muchacho con tierras se fijó en sus inmensos ojos azules, su padre la molió a palos y le prohibió terminantemente verle. Los ricos solo querían a las pobres para una cosa. Tenía 18 años y se escapó para casarse con él, descalza, con un puñado de flores de monte por ramo de novia.

Tuvo trece hijos, de los cuales sobrevivieron ocho. A pesar de ser analfabeta, sabía siempre si le habían sisado en la compra y escuchaba con paciencia a mi madre leer del libro de hagiografías. Mi tía Uve parecía una muñeca pepona, rizos dorados y dos botones azules por ojos cual Shirley Temple. Qué niña más mona, decían todos. Pero mi abuela Fina le decía a mi madre: "A miña neghriña do Cola-Cao". Ella era su preferida.

Les daba de merendar a los pequeños, mi madre, Uve y Jota, pan con azúcar, una de miel y una de nueces.

A los 44 años enfermó de tuberculosis. La ingresaron en el Reboullón, que por entonces era un hospital, y mi abuelo iba ANDANDO todos los días, desde el puerto, para llevarle la fruta fresca que recomendaba el médico. Murió a los pocos meses. Mi madre tenía 15 años.

Pero de todas las historias que me cuenta mi madre sobre la suya, que son muchas y muy duras, la que me parte el corazón es la de su hermanita Urbana, una niñita blanquita y rubita como un ángel, que murió con cuatro años y a la que mi abuela despidió entre lágrimas con esta frase: "A meniña morreu porque era demasiado bonita pa min. Era demasiado boa pa min".

Mi abuela Fina no se consideraba digna de una niña linda como Urbana.

Y sin embargo, mi abuelo, el mismo chico de bienes que quiso casarse con una pobre, no veía la hora de morir para ir junto a ella, y esto lo recuerdo yo, que no me lo han contado. Decía, ya encamado para no volverse a levantar: "Deixádeme ir coa vosa nai" y rechazaba los cuidados de sus hijos.

Solo existen tres fotos de mi abuela materna. Dos de cuando ya era cuarentona y horonda y otra de cuando tenía alrededor de 25 años. Era una vieja prematura, como lo suele ser la gente que trabaja duro desde muy temprano. Somos como el día y la noche, ella y yo: ella blanca, ojos claros y pelo oscuro, gordita y sonriente. Pero mi madre insiste; eres su viva imagen, sois iguales, eres clavada.

"Demasiado bonita pa min" decía... Pues tiene razón mi mamá. Mi abuela Fina y yo somos almas gemelas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

joder, qué triste y qué bonito al mismo tiempo.

Osore dijo...

Las biografías anónimas son las más apasionantes, aunque nuestros abuelos lo pasaron realmente mal. También mis mayores sufrieron la muerte de su pequeño y otras penalidades propias de la época y la desgracia. No hace falta irse al cine para conmovrse con el drama vital. Grandes personas y malas épocas.
Somos afortunados.